“Y al altar del Señor me acercaré,
al Dios de mi alegría
jubiloso con arpas cantaré
a mi Dios, al Señor” (Sal 42,4)
“¡Cuánto lloré al oír vuestros himnos y cánticos, fuertemente conmovido por las voces de vuestra Iglesia, que suavemente cantaba! Entraban aquellas voces en mis oídos y vuestra verdad se derretía en mi corazón, y con esto se inflamaba el afecto de piedad y corrían las lágrimas, y me iba bien con ellas” (S. Agustín, conf.IX,6,14).
“El que canta ora dos veces” (S. Agustín, sal 72,1)
“La tradición musical de la Iglesia universal constituye un tesoro de valor inestimable que sobresale entre las demás expresiones artísticas, principalmente porque el canto sagrado, unido a las palabras, constituye una parte necesaria o integrante de la Liturgia Solemne" (SC 112).
“El hilo conductor de la existencia no es otra cosa que el canto, que desde las colinas eternas desciende dulce y rugiente, melodioso y constante... llegará un día en que veremos que Dios fue la canción que meció nuestras vidas” (San Alberto Hurtado).